VELAD Y ORAD
LECCIÓN N° 9 – SÁBADO 28 DE NOVIEMBRE 2020
1° Pedro 4: 7
“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.
¿Existe algún vigilante nocturno que duerma? Si consideramos la palabra “vigilante” solamente como título o nombre, la respuesta es sí. Pero si nos referimos al trabajo que suponemos que debe hacer un vigilante, la respuesta es no. El que vigila no puede darse el lujo de dormir. Estaría fallando en su responsabilidad y pondría en peligro tanto su propia seguridad como la de sus compañeros. Un vigilante debe vigilar.
¿Existe algún discípulo que no ora? Si consideramos la palabra “discípulo” como simple distintivo de un oficio, la respuesta es sí. Pero si tomamos en cuenta la confianza en la oración que Jesús mostraba, y que cada discípulo también debe manifestar, la respuesta es no. Un discípulo que no ora, no está imitando a su Señor. Un discípulo que no ora, no es un discípulo. Un discípulo que ora solamente para guardar las apariencias, solamente está fingiendo ser un discípulo. El vigilante debe estar atento y despierto; el discípulo debe considerar la oración constante como vital para la salvación.
Aún más, el velar en estos tiempos peligrosos que vivimos debe ser nuestra prioridad en el orden de nuestras responsabilidades como hijos de Dios.
1.- ¿Qué más logra extraer usted del texto de introducción de esta lección?
Aunque el retorno de Cristo se acerca cada vez más, no debemos usar este conocimiento de lo que pronto ha de suceder, como una excusa para descuidar nuestras responsabilidades. Nosotros los cristianos debemos permanecer en nuestros puestos hasta el mismo fin, cumpliendo fielmente con nuestros deberes, tanto en la iglesia como en nuestras vidas cotidianas. Nuestro Señor ordena: “Negociad entre tanto que venga” (Lucas. 19: 13).
El apóstol termina aconsejándonos que seamos “vigilantes” en vista de los acontecimientos que hoy están sucediendo y que comenzarán a suceder. Pero no hay que temer amados hermanos, porque el Señor prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo, pero ¡cuidado! no significa que nos vamos a despreocupar de estos tiempos que vivimos y descuidar nuestra consagración personal.
NOTA
2.- ¿Cuál es una de las peticiones de la oración modelo que Jesús enseñó? Mateo 6: 13
Es muy común en nosotros que voluntaria y libremente nos ponemos en el camino de la tentación. Es muy peligroso transitar por este camino, porque en nosotros mismos, no tenemos la fuerza de soportar no caer. Por eso, cuando pedimos al Señor que no nos deje caer en tentación, le estamos diciendo que no caminaremos en nuestros propios caminos, sino los que él nos escoja. Sin embargo, es importante recalcar que Dios no tienta a nadie, así lo dice Santiago 1: 13 “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”.
¿Por qué Dios no es el que nos tienta? Por la sencilla razón que tentar quiere decir inducir a pecar y nuestro Dios jamás nos induciría a eso, sino todo lo contrario.
NOTA
3.- A la luz de las Escrituras, ¿quién o cuál es el origen de la tentación? Santiago 1: 14
El descuido y la curiosidad de nuestros primeros padres, hicieron que cayeran en la tentación. Dios no los indujo a eso. Solamente Dios les exigió obediencia en el marco del libre albedrío que poseían. Si bien la tentación siempre está delante de nosotros como en el caso de ellos, pero somos nosotros mismos quienes nos acercamos a ella.
Existe algo en cada uno de nosotros como humanos que somos y es una “sed” de hacer lo malo, lo que agrada a la carne, pero que no agrada a Dios.
Cada ser humano, sin excepción alguna, posee anhelos que nacen de un corazón perverso. La Biblia llama a esto “concupiscencias”. En el corazón están estos deseos malos y perversos. Pero a pesar de que existan estas tendencias en nosotros, no debemos negar que el tentador, que es Satanás, se aprovecha de ellas.
NOTA
4.- ¿Cuán fieles deberíamos ser en nuestras oraciones? Efesios 6: 18; 1° Tesalonicenses 5: 17
Un espíritu de oración constante debe irradiar en la vida del cristiano. Nunca se debe cortar la relación con el cielo. El ejemplo del apóstol Pablo es digno de imitar: trabajaba “de noche y de día” (1°Tesalonicenses 2: 9), y también oraba “de noche y de día” (1°Tesalonicenses 3: 10). Sus oraciones no disminuían debido a su arduo trabajo de traer almas para Cristo.
La perseverancia en la oración no tiene el propósito de cambiar la voluntad de Dios mediante nuestra insistencia, como el niño que gracias a sus persistentes ruegos obtiene lo que desea de su padre. Sin embargo, la perseverancia en la oración indica claramente que el suplicante se halla en un estado mental que da a Dios la oportunidad de abrir las ventanas de los cielos y derramar sus bendiciones sobre su hijo que ora fervientemente.
CONCLUSIÓN