LECCIÓN N° 13 – SÁBADO 26 DE DICIEMBRE DE 2020
Eclesiastés 12: 13
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”.
El camino de la santificación haya su punto culminante en esta gran verdad: Temed a Dios y guardar sus mandamientos”. Es el comienzo, el proceso y el final de todo. En esto consiste el camino de la santificación; no hay nada más que agregar ni menos quitar. El hombre puede dar miles de excusas para fundamentar que la obediencia a sus preceptos no es necesaria para la salvación, pero este tesoro de Eclesiastés revela una verdad inquebrantable.
El temor a Dios nos salva, nos redime y nos permite cuidar todo lo que Él nos ha dado: nuestros talentos, dones, nuestro cuerpo que debemos cuidar, y lo más grande e importante que involucra todo esto, nuestra salvación.
Por eso Nuestro deber y destino es obedecer a Dios y rendirle toda la adoración que se merece. Para alcanzar esta meta, necesitamos cultivar una vida floreciente, que dé frutos agradables y dignos de ser imitados.
El autor de Eclesiastés nos invita a experimentar el gozo de conocer el “temor a Jehová” que no es otra cosa que “el todo del hombre”.
1. ¿Cuán alto es el sacrificio que Jesús mencionó que debemos hacer para alcanzar la salvación? Lucas 14: 33
“El todo del hombre” involucra colocar completamente sobre el altar todo lo que tenemos en esta vida: planes, ambiciones, amigos, parientes, posesiones, riquezas-, cualquier cosa y todas las cosas que puedan interferir con su servicio para el reino de los cielos.
El costo de seguir a Cristo es muy alto. Involucra dejar muchas cosas que nos tienen aferrados a esta vida; pero el costo de no seguirlo es aún más grande, porque perderíamos la vida eterna. Nunca olvidemos que somos solamente peregrinos en esta extraña tierra manchada por el pecado.
Muy pronto cuando Cristo regrese por su pueblo, todas las cosas a las cuales nos aferramos tanto hoy desaparecerán, porque Él las hará “todas nuevas”.
NOTA
Si nos dijeran que ya hemos ganado el cielo, nos emocionaríamos de alegría, porque nos hemos asegurado la vida eterna. Sin embargo, todos sabemos que no es así de fácil, porque este premio solo se alcanza con mucha perseverancia, sacrificio y sin descanso. ¿Recuerda aquella lección que decía: “Nada de vacaciones espirituales?
En el contexto de Lucas 14: 33, el Señor no está diciéndonos que debemos olvidarnos por completo de lo que poseemos. Es claro que no renunciaremos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestro trabajo o a nuestras adquisiciones materiales que seguramente hemos logrado alcanzar con mucho sacrificio con la ayuda de Dios; pero el problema está en la manera en que vivimos con todas estas cosas, como si la vida futura que Cristo nos ofrece fuera tan sólo una fantasía que nunca llegará.
2. ¿Cómo podemos saber si pertenecemos o no a Cristo? Romanos 8: 9
Si la salvación consistiera solamente en conocimiento y nada de acción, todo el mundo se salvaría, ¡y que fácil sería! ¿Verdad?
El conocimiento es sumamente importante para nuestro crecimiento como hijos de Dios, pero no es suficiente para alcanzar la vida eterna. Para esto, Jesús debe ser lo más importante que viva dentro de nosotros. Debe ser quien hable por nosotros; quien actúe por nosotros. En fin, debe ser “todo” para nosotros. Esto significa tener el Espíritu de Cristo.
Cuando hablamos como Él, cuando seguimos sus pisadas, cuando amamos al prójimo a pesar del mal que puede hacernos, cuando nos dolemos por los que se duelen, cuando le hablamos de Cristo a aquel que sufre, tenemos el Espíritu de Cristo.
NOTA
Podemos aparentemente estar de acuerdo con todas las doctrinas y con todas las prácticas de la iglesia; se puede ser activo en la causa de Dios, y estar dispuesto a dar todos sus bienes para ayudar a los pobres o aun a entregar su cuerpo para ser quemado, pero si el Espíritu no vive en nosotros y no tenemos ningún fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22), es indudable que, en nuestra vida, no reina Cristo (1°Corintios 13: 3).
Si soy orgulloso, vano, superficial, inclinado al mundo, avaro, murmurador, censurador, la comunión del Espíritu no está en mí.
3. ¿Cómo nos insta el apóstol Pablo a consagrar nuestras vidas a Dios? Romanos 12: 1
¿Recuerda todas las misericordias de Dios por usted? Seguramente las recuerda. ¿Han sido muchas? El rey David nos recuerda que no olvidemos ninguno de sus beneficios en el Salmo 103. Ahora bien, basados en todas las experiencias que hemos vivido con el Señor y en conjunto con sus muchas misericordias que ha tenido por nosotros, ofrezcámosle entonces…
“Nuestro cuerpo en sacrificio vivo”. Los sacrificios ceremoniales en el Antiguo Testamento consistían en animales muertos. El sacrificio cristiano es algo muy diferente. Nuestro sacrificio debe ser vivo, o sea, ofrecer nuestro tiempo, nuestras energías consagradas a su servicio.
Santo. Siguiendo en la línea de los sacrificios del pueblo de Israel, cada ofrenda debía ser minuciosamente examinada y si en ella se encontraba algún defecto, era rechazada. Para nosotros hoy en
día, que hemos aceptado por fe la forma que Dios tiene para salvarnos, debemos procurar que nuestra mente se mantenga en pureza y santidad. La salud de nuestro organismo también debe ser mantenido en buena salud, porque es “templo del Espíritu Santo” (1°Corintios 6: 19)
Agradable. No hay mayor ofrenda que Dios reciba con gozo que aquella que nace de un corazón inundado por su amor. Nos amó tanto que nos dio a su Hijo Jesús. Por eso nosotros debemos darle lo mejor a Él. Dios se agrada de nosotros cuando luchamos por apartar de nuestra vida aquellos hábitos que nos destruyen. Que diariamente seamos una ofrenda agradable ante Dios. Él se agrada cuando rendimos a sus pies todas nuestras flaquezas y debilidades para que se las lleve.
Culto racional. Consiste en ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana todos los días. No tiene que ver con ir a la iglesia y ofrecerle nuestro culto. Es algo más profundo. Significa ir al trabajo, a la escuela, donde un amigo o un familiar, etc., para presentar al Señor un culto racional o espiritual, con el propósito de ser “la luz y la sal de la tierra”.
4.- ¿Cuál es el fin glorioso que nos espera si hemos hecho de la santificación nuestro estilo de vida? Romanos 8: 30
El llamamiento de Dios es el primer gran paso en la salvación personal, y la respuesta a él constituye la experiencia de la conversión. El llamado es de origen divino y sin él no hay salvación. ¿Recuerda aquel folleto que estudiamos acerca del llamado de Dios?
El primer pasó lo da Dios y el segundo el hombre. Si no hay respuesta de parte del hombre ante la invitación de Dios, la justificación no se puede efectuar. La decisión de aceptar o no el ofrecimiento de Cristo está en las manos de cada uno.
Pero cuando el hombre ha aceptado el ofrecimiento de Dios, automáticamente viene la justificación. Luego viene un proceso completamente diferente, que es el camino hacia la santidad o santificación que Dios requiere para alcanzar la vida eterna. Es una obra del Espíritu Santo en el carácter de los que han sido justificados o perdonados. La oración juega un papel primordial en este proceso. Sin ella no habrá crecimiento ni limpieza espiritual.
Somos justificados para poder ser santificados, y somos santificados para un día ser glorificados.
CONCLUSIÓN
¿Con qué propósito creó Dios al hombre? Para que viviera eternamente feliz y aunque el pecado torció la felicidad del hombre, no afectó en ninguna forma el ideal de Dios para el hombre. Cristo no sólo murió para que fuésemos perdonados, sino que también murió para que fuésemos santificados y glorificados. Cuando oró a su Padre dijo: “Padre, quiero que donde yo estoy ellos también estén conmigo, para que vean mi gloria” (Juan 17: 24).
¡Oh que glorioso será ese día! Nuestra espera, nuestros esfuerzos, nuestras tristezas, etc., un día tendrán su recompensa. Llegará el día en que nos despediremos de quien fue nuestra compañera durante toda nuestra vida cristiana, la oración. Pero hay algo que aquí en la tierra comenzamos a hacer y que seguiremos haciéndolo por toda la eternidad; seguiremos por las edades sin fin ofreciendo la más completa y perfecta adoración a nuestro Gran Dios Todopoderoso.
“El todo del hombre” es temed a Dios, o sea, vivir en santidad y guardar sus mandamientos es nuestra obediencia fiel y sin reserva hasta el final. Amén.