SALVADOS Y JUSTIFICADOS

LECCIÓN N° 3 – SÁBADO 17 DE OCTUBRE DE 2020

Hechos 13: 38, 39

“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.”  

Cristo es nuestra justicia y nuestra salvación. Esta enseñanza es una de las más importantes que la Biblia ilustra. Somos justificados y salvados sólo mediante la fe en Cristo. Como ya lo vimos en la lección pasada. Por otro lado, la primera promesa evangélica (Génesis 3: 15) puede ser obtenida y aceptada por la fe y como resultado se obtiene la salvación. Abraham fue salvado por la fe y así muchos otros que creyeron y alcanzaron las promesas de la vida eterna. 

Dios mediante los profetas invitó a su pueblo para que viviera por la fe en él y en el Mesías que salvaría al mundo. Ahora el mensaje del Nuevo Testamento, de la ley escrita en el corazón, repite el mensaje de Moisés.

El primer paso para nuestra justificación fue dado por nuestro Salvador Jesús en la cruz. Ahora nos corresponde a cada uno de nosotros adueñarnos de los privilegios del sacrificio de Cristo que son: el perdón, la justicia acreditada o imputada, la justicia impartida y las obras.

1.- ¿Qué nos revela el apóstol Juan con respecto al resultado del sacrificio de Cristo? Juan 3: 18

No merecíamos nada, sino solamente ser condenados, pues la paga del pecado es la muerte, pero gracias al sacrificio de Cristo en la cruz fuimos libertados de la condenación. 

Ahora Cristo es capaz de perdonar a quienes aceptan su sacrificio mediante la fe. Cuando Pablo declara en Romanos 8: 1 que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”, quería explicar lo que significa estar en Cristo. Esta libertad nos liberta del pecado y de sus consecuencias e implica mucho más que la simple eliminación de la culpa por los pecados cometidos en el pasado

El propósito de la venida del Salvador al mundo no fue traer condenación, sino salvación. A simple vista pareciera que todos sin excepción alguna seremos salvos, pero la Biblia no enseña esto, la Biblia nos enseña que cada ser humano fue dotado de la capacidad de decidir entre lo bueno y lo malo, entre la vida y la muerte, de ser santo o pecador, de creer o no creer; a esto se le llama la predestinación, que quiere decir que todos estamos predestinados para salvarnos porque Cristo con su muerte en la cruz abrió el camino hacia Dios nuevamente y gracias a él podemos alcanzar la salvación mediante los méritos santos de Cristo y todo esto se recibe mediante la preciosa fe.

2.- ¿De qué forma se relaciona la serpiente de bronce y la justicia de Cristo que es impartida al pecador que nace de nuevo? Juan 3: 14, 15

“Áfesis”, es la palabra griega correspondiente a perdón, que significa más que una declaración celestial de perdón. Significa “liberación de una cautividad”, o sea perdón es liberación. El perdón divino es completo, salvación completa, redención completa y purificación del pecado. Cuando decimos que Cristo nos ha dado redención, quiere decir que el perdón es una “redención del pecado”. El perdón de Dios nos ofrece dos cosas: (1) la liberación de nuestra culpa mediante la cruz de Cristo; (2) la transformación que Cristo hace en nuestro corazón por medio de la obra maravillosa del Espíritu Santo.

NOTA

El perdón de Dios tiene estrecha relación con su amor. El amor de Dios es incondicional; él nos ama, aunque nosotros no le amemos, ya sea que seamos pecadores o santos. Su amor trabaja por la salvación de todos. Pero en cambio el perdón de Dios no es incondicional. El perdón lo obtenemos sobre la condición de que aceptemos el sacrificio expiatorio de Cristo y nos arrepintamos de nuestros pecados. Cuando esto sucede,  la vida que viene de Dios (los méritos de Cristo) nos es imputada cuando creemos. Cristo estaba perdonando al mundo entero en la cruenta cruz. Sólo mediante la fe que nos lleva a creer en él podemos ser sanados, restaurados y perdonados de la herida mortal del pecado. El suceso del pueblo de Israel cuando Dios les envió serpientes venenosas y sólo aquel que miraba aquella serpiente de bronce vivía nos demuestra perfectamente que necesitamos creer en el sacrificio de Cristo para ser perdonados. En sí misma la serpiente de bronce que Moisés levantó no tenía absolutamente ningún poder, fue la fe que permitió que ellos vivieran

3.- ¿Qué don maravilloso es otorgado al creyente que ha recibido el perdón de Dios? Romanos 3: 22 – 24 

El nuevo nacimiento que no es otra cosa que el momento cuando somos declarados justos ante Dios por medio de su justicia, es el inicio de la vida de relación con Cristo. Posteriormente el creyente es beneficiado con el don de la “gracia”. La gracia es el amoroso favor de Dios impartido a quienes no lo merecen. Esta gracia (justicia) nos permite crecer en nuestra vida cristiana y llegar a ser idóneos para el cielo. Es un proceso que desde el nuevo nacimiento terminará con la manifestación gloriosa de nuestros Señor en su segunda venida.

El apóstol Pablo nos habla aún más al respecto en 1°Corintios capítulo 1 diciéndonos que “la gracia de Dios nos fue dada en Cristo Jesús”, como la fuente de enriquecimiento “en toda palabra y ciencia”. El resultado de recibir la gracia de Dios es que “nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1° Corintios 1: 7)

NOTA

El nacimiento natural de la carne no nos permite entrar al reino de los cielos; es sólo la manera como llegamos a este mundo, pero el mundo que Dios nos tiene preparado necesitamos el nacimiento espiritual y éste ocurre en el corazón. Es espiritual porque el reino de Dios no es de este mundo. Es el Espíritu Santo el que trae a la existencia la nueva criatura, y es el mismo Espíritu que comienza una obra silenciosa pero poderosamente dentro de cada persona. El Espíritu Santo no puede obrar en alguien que no ha vuelto a nacer. Tal vez puede estar presente el nuevo nacimiento en agua por el bautismo, pero sin el bautismo del Espíritu Santo es ineficaz y como consecuencia no existirá en la vida la santificación, no abra crecimiento en la gracia ni idoneidad para el cielo.

4.- ¿Qué cosas se comenzarán a ver en aquel que ha vuelto a nacer y está experimentando el crecimiento en la gracia de Dios? Santiago 2: 20 – 22 

Ser justificados por la fe significa que ahora podemos hacer buenas obras, pero no para ganar la salvación, porque ya somos salvos con solo creer en Jesús. El resultado natural de una nueva vida de obediencia a Dios y a sus mandamientos dará como resultado las buenas obras, pero como dice Pablo, estas obras en ninguna forma reemplazan la gracia, sino que se unen y forman un todo. La fe es una llama que crece en el interior del hombre y su apariencia externa son las obras.

CONCLUSIÓN

El hombre que no experimenta el nuevo nacimiento y que se esfuerza por obtener el favor divino a través de sus buenas obras, no está al alcance de la ayuda divina. Las obras no hacen justo a nadie, solamente la justicia de Cristo puede presentarnos ante Dios como justificados. La justificación que Cristo da al creyente le muestra el camino para experimentar la santificación que dura toda la vida.




LA JUSTICIA DE DIOS

LECCIÓN N° 2 – SÁBADO 10 DE OCTUBRE DE 2020

Romanos 1: 17

“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.

Cuando el pecador, arrepentido, delante de Dios, comprende el sacrificio de Cristo en su favor y acepta este sacrificio por fe como su única esperanza en esta vida y en la vida futura, sus pecados son perdonados. 

En el contexto de Romanos 1: 17 “la justicia de Dios”, el apóstol lo considera como en un sentido general. En otras palabras, comprende toda la obra de Dios en salvar al hombre de la condenación del pecado, comenzando desde el mismo Edén hasta cuando Cristo regrese por segunda vez. 

En el Antiguo Testamento la “justicia de Dios” fue revelada por intermedio de los sacrificios que el pueblo realizaba diariamente para el perdón de sus pecados. Ahora en el Nuevo Testamento es revelada por medio del Evangelio de Cristo que él mismo predicó cuando estuvo aquí en la tierra. Pero de la forma en que fue manifestada “la justicia de Dios” perfectamente, fue en el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Posteriormente siguió siendo revelada por medio del evangelio predicado por los apóstoles.

1.- Una vez que recibimos la justicia de Dios en nuestras vidas y somos justificados ante él, ¿Qué se restaura entre Dios y el hombre? Romanos 5: 1

El pecador no justificado o que no ha confesado sus pecados, vive en abierta rebelión con Dios. La Palabra Inspirada, declara en Santiago 4: 4 “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?  El que quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios”.

Esta es la condición del mundo para con Dios. La enemistad del hombre con Dios lo coloca en una posición muy desfavorable y muy  lejos de Él. Afortunadamente el plan ideado por Dios para restablecer esta relación entre “Creador” y “criatura” es que, por medio de la fe, el hombre y la mujer acepte el ofrecimiento de Dios de perdonarlo y así restaurar su imagen en él; por consiguiente, llegar a estar en “paz con Dios” como en el principio. 

¡Qué tierna y consoladora es la paz que Dios nos ofrece cuando estamos cansados y abatidos! Nos eleva hasta los cielos y nos viste con su manto de su justicia perdonadora y nos convierte en un ser restaurado, una nueva criatura, creados según Dios. 

2- ¿Qué hace Dios en la vida del hombre y la mujer que es justificado o perdonado? Salmos 51: 10

La obra de perdón y justificación en el hombre es completa y sin igual, porque Dios, no sólo perdona, sino que también “da un corazón nuevo”, vale decir, una “nueva mente”. El cambio es perfecto. Nacen nuevas ideas, nuevos propósitos, nuevos ideales, porque la vida antigua queda en el pasado, enterrada en lo más profundo del mar como lo declara el profeta Miqueas en el capítulo 7, versículo 19 “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. 

NOTA

El corazón del hombre es malo y perverso y justamente es aquí donde comienza la obra de restauración de Dios en nosotros. No puede comenzar en otro lugar porque es ahí donde están los buenos y malos pensamientos; es aquí donde se libran las verdaderas batallas. 

El conflicto entre Cristo y Satanás consiste en ganar los corazones de los seres humanos. El salmista comprendía esto claramente porque se dio cuenta que el gran pecado que cometió no nació en otra parte, sino en su corazón o mente. Allí maquinó su asesinato que después llevaría a cabo y es por esta razón, que clamó a Dios que tuviera misericordia de él, diciéndole que le diera un nuevo corazón y un espíritu recto dentro de él. De la abundancia del corazón es como hablamos y actuamos. ¿Ha recibido usted un nuevo corazón?

3.- ¿Por qué medios es imposible que el pecador alcance la justificación que Dios le ofrece? Romanos 3: 20

principio esencial de la religión judía en tiempos de Jesús era ganar el favor de Dios por medio de actos externos. Sus actos no eran para nada en favor del prójimo sino para la conveniencia propia. Tenían la equivocada idea de ganar el cielo por medio de obras humanas. Cargaron los mandamientos de Dios con invenciones de hombres que eran casi imposibles de cumplir. De esta forma creían que alcanzarían el favor de Dios, pero Jesucristo el mayor de todos los

Maestro los reprendió y les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia”. Mateo 23: 25

La obra que Dios hace en el pecador es interna, del alma, del corazón. Es esto lo que en el hombre debe ser cambiado. 

4.- ¿En qué contexto las obras son consideradas necesarias en la vida del hombre? Santiago 2: 20

La fe y las obras son inseparables. Por ejemplo, un caso práctico de la vida diaria: “Un dueño de hogar puede decir que tiene mucha fe en Dios de que él suplirá sus necesidades para su familia y que nada les faltará, pero si él no se esfuerza en encontrar una fuente de trabajo y no obra de acuerdo a lo que cree, no hay forma de que Dios puede sostenerles”. 

Santiago no enseña que somos justificados por las obras porque la Palabra de Dios habla de la justificación de dos maneras: Justificación ante Dios y justificación ante los hombres. Somos justificados ante los hombres por las obras; porque ellos no tienen ninguna otra manera de conocer la fe que profesamos, por lo menos hasta el punto en que comiencen por si mismos a conocerla a través de la Palabra de Dios. Pero ante Dios, somos justificados por la fe. Efesios 2:8-9 dice: 

“Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Dios nos salvó por gracia a través de nuestra fe en Cristo Jesús, algo de lo cual no podemos gloriarnos porque es un don de Dios.

 NOTA

Muchos dicen ser cristianos, pero sus vidas y prioridades indican lo contrario. Jesús lo puso de esta manera: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. (Mateo 7:16-20).

Observemos que el mensaje de Jesús es el mismo mensaje de Santiago. La obediencia a Dios es la marca de la verdadera fe salvadora. Santiago utiliza los ejemplos de Abraham y Rahab para ilustrar la obediencia que acompaña a la salvación. Sólo diciendo que creemos en Jesús no nos salva, ni tampoco lo hace un servicio religioso. Lo que nos salva es la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones, y esa transformación inevitablemente se verá en una vida de fe que crece y obedece continua a Dios.

CONCLUSIÓN

El pecado es la manifestación de nuestra injusticia e impotencia ante nuestra naturaleza que siempre se inclina hacia el mal. Sólo podemos ser salvos a través de una justicia que no es nuestra, vale decir, la vida perfecta de Cristo imputada por medio de la fe en nosotros. Por eso, uno de los pecados más soberbios por decirlo de alguna manera, es la suficiencia propia. Notemos que Jesús no rechazó a los pecadores que vinieron a Él buscando misericordia y salvación; Él rechazó a aquellos que eran demasiado rectos (a sus propios ojos), para necesitar justicia. Jesús vino para salvar a los pecadores y no a los que eran justos según sus obras. Nadie está demasiado perdido como para no ser salvo. Meditemos en las palabras del arrepentido rey David: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” Salmos 51: 17.